San Bernabé
“Dijo Jesús a sus apóstoles: “Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis”. (Mt 10, 7-13)
Celebramos hoy en la Liturgia la memoria del Apóstol San Bernabé.
Un desconocido llamado por Jesús para formar parte de su grupo.
Y el Evangelio nos habla del primer envío de los Apóstoles a anunciar “que el reino de los cielos está cerca”.
No les envío a predicar la conversión.
Los envía a dar la Buena Noticia a las gentes.
Los envía a anunciar la gozosa esperanza de lo nuevo.
Los envía a despertar la alegría de la esperanza a los que no tenían esperanza humana.
“Id”:
No os quedéis aquí sentados.
No os quedéis esperando.
Id vosotros a ellos.
Dios no es de los que dice: “que vengan”, “a los que vengan”.
Dios es el que, él mismo sale de sí mismo y sale a buscar al hombre.
Dios es de los que busca al hombre, aunque el hombre no le busque.
Cuando alguien me dice: “Padre hace tiempo que me he alejado de Dios”, mi respuesta suele ser siempre la misma:
“No te preocupes, porque Dios no se ha alejado de ti”.
“Lo único que te ha pasado es que, tú has dejado de enterarte de quien caminaba a tu lado”.
Ya sé que a Dios no podemos representarle.
Pero me fastidia que cuando tratamos de hacer una imagen de él, si os fijáis, solo presentamos el rostro de un “abuelo bonachón y con barba”.
¿No habrá alguien que tenga la idea de pintarnos a Dios de cuerpo entero?
Tendría que hacerlo, presentando un Dios andando, los pies con sandalias llenas de polvo.
Porque el Dios de nuestra fe es siempre un Dios en camino hacia los hombres.
Por eso, el mandato de Jesús a los suyos: “Id”.
Todos somos enviados a los demás, sobre todo a los más necesitados, enfermos, leprosos, poseídos de malos espíritus.
“Proclamad que el reino de los cielos está cerca”.
Todos sabemos que el mundo anda mal.
Todos sabemos que el mundo es muy poco humano.
Todos sabemos que, aunque no lo digamos, las cosas terminan valiendo y siendo más importantes que las personas.
Y todos proclamamos este mundo de desgracias.
Todos preferimos hablar de lo mal que están las cosas.
Sin embargo, Dios, que conoce todos estos males, prefiere:
Que proclamemos la esperanza.
Que proclamemos que hoy futuro.
Que proclamemos que las cosas pueden cambiar.
Que proclamemos que el mundo no tiene por qué ser como es.
Que proclamemos que el mundo puede ser distinto.
Que proclamemos que el mundo puede ser más humano y más divino.
Porque el “reino de los cielos está cerca”.
Por eso les ordena “sanar enfermos, curar leprosos, resucitar muertos, echar demonios”.
Les ordena que anuncien no solo de palabra que “el reino está cerca”.
Les ordena que anuncien con signos la proximidad de este reino.
Les ordena que, junto a la palabra, pongan señales de que algo ya ha comenzado a cambiar.
Les ordena que anuncien con hechos que Dios se preocupa de nosotros, de nuestros males y sufrimientos.
Trabajar por la salud de los hombres, es un signo de que Dios se preocupa de nosotros.
Trabajar por una vida digna para todos los hombres, es un signo de que Dios se preocupa de la dignidad de cada hombre.
Trabajar por la justicia para con todos, es un signo de que Dios quiere un mundo más justo y humano.
Como dice Benedicto XVI anunciamos no un Dios abstracto y lejano, sino un Dios preocupado por los hombres.
No se anuncia a Dios hablando siempre de desgracias.
No se anuncia a Dios hablando siempre de lo malo.
A Dios solo podemos anunciarlo como Buena Noticia para los hombres.
A Dios solo podemos anunciarlo creíblemente cuando somos capaces de despertar la esperanza.
Clemente Sobrado C. P.
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