Braojos 1709. Una extraordinaria lección de teología

En el campo o en plena urbe, aquí el que se aburre es porque quiere. Braojos de la Sierra posee un templo parroquial de lujo y un archivo parroquial espléndido. A partir de ahí es cosa de uno aprovechar posibilidades, conocer, estudiar, satisfacer curiosidades.

Delante del altar, en lo que los antiguos llamaban en la “capilla mayor”, se encuentra la espléndida losa sepulcral de Miguel Fernández del Pozo, fallecido en Braojos el 19 de mayo de 1709. Es una losa espléndida, pero si la traigo a colación no es por mero interés artístico, que lo tiene, sino por pura teología de la justificación.

Ya sabemos que hoy, para la modernidad, el cielo es un derecho inalienable y que aquí todo el que se muere va derechito a tocar la lira con ángeles, arcángeles, serafines y querubines. Tenemos derecho a todo y ni Dios es quien para ponernos pegas. La modernidad, ya saben.

Don Miguel era de otra mentalidad. Sabía que la gloria es don de Dios, se sabía pecador y, al morir, lo que pide es que se ofrezcan sufragios por su alma en forma de misas y limosnas a pobres y necesitados.

Permítanme algunas cifras. En su testamento dejó encargadas mil misas por su alma y demás obligaciones que tuviera. Doscientas más por el alma de sus padres, los padres de su primera mujer, y los padres de su actual esposa. Más otras treinta por las ánimas del purgatorio y aún alguna otra. En total, mil doscientas sesenta y siete misas. Bien sabía él que la gloria es don de Dios y deber nuestro orar por vivos y difuntos.

No acaba ahí. Porque también deja mandado que se entreguen a los pobres dos fanegas de trigo y dos de centeno en pan cocido. Pidió que en su entierro lo acompañasen por caridad ocho pobres portando velas, a los que pide entreguen dos varas de lienzo a cada uno en agradecimiento.

¿Rico D. Miguel? Parece que sí. Cristiano convencido, también, porque para otras cosas podía haber dedicado sus caudales.

Lo interesante de todo esto es la teología que hay debajo. No, No me vengan ahora que es la teología del miedo, la del Dios terrible. Para nada. Es la teología de quien sabe que está necesitado de la misericordia de Dios, de aquél que se humilla ante su Dios y le pide su misericordia, su perdón. Teología de la generosidad de aquel que, en el momento de su muerte, sigue pensando en sus padres, en sus suegros, y entiende que tiene con ellos obligaciones de seguir rezando por su eterno descanso.

Hoy parece que nada necesitamos. Los funerales son simple constatación de que el peor de los humanos ya está en el cielo. La oración por los difuntos nos parece filfa. Encargar una misa por nuestras obligaciones, cuento infantil. Palabras como purgatorio, sufragios o misericordia, algo propio de viejas de estos pueblos nuestros tan poco desarrollados ¡je!

Don Miguel, con su lápida en medio de la capilla mayor, colocada de forma que es obligado pisotearla al acceder al altar mayor, con su testamento, con sus decisiones, habla de teología, de misericordia de la buena, de humildad, de necesidad de misericordia.

Al venir a estas parroquias alguien me dijo que por qué me iba lejos de la civilización. Con una iglesia del siglo XVI, retablos barrocos, uno de ellos de Gregorio Fernández, imágenes medievales y teología tan clara como la de D. Miguel. A lo mejor los que están lejos de la civilización y de la buena teología son otros. Digo yo.

Let's block ads! (Why?)

03:02

Publicar un comentario

[facebook][blogger]

SacerdotesCatolicos

{facebook#https://www.facebook.com/pg/sacerdotes.catolicos.evangelizando} {twitter#https://twitter.com/ofsmexico} {google-plus#https://plus.google.com/+SacerdotesCatolicos} {pinterest#} {youtube#https://www.youtube.com/channel/UCfnrkUkpqrCpGFluxeM6-LA} {instagram#}

Formulario de contacto

Nombre

Correo electrónico *

Mensaje *

Con tecnología de Blogger.
Javascript DesactivadoPor favor, active Javascript para ver todos los Widgets