Sigue del post anterior. Otro problema que tiene el sistema de estudios eclesiásticos actual es que se encamina hacia el estudio de la teología demasiado pronto. Es decir, son enviados a estudiar a Roma recién ordenados aquellos que según el rector se ven con cualidades intelectuales.
Primero de todo, existe un cierto índice de mal discernimiento que tiene esta selección. En Roma estaba clarísimo que había un cierto número de jovencísimos sacerdotes que no sentían ningún gusto por el estudio. Eso era tan evidente que uno se preguntaba por qué la diócesis empleaba esos recursos de esa manera.
El segundo punto que requiere una reflexión es cuál debe ser el método para decidir que alguien va a dedicarse al estudio. Qué duda cabe que el destino de ese sacerdote queda fijado para siempre, llegando a los más altos puestos de la diócesis: episcopado, al menos curia, en otros casos se quedan en el seminario. Pero la realidad es esta, se llega a los más altos puestos no trabajando en una parroquia por el bien de las almas, sino estudiando en una habitación de un collegio en Roma.
Esta situación requiere una reflexión eclesial profunda y coral. Ni se puede decidir el destino del clero tan pronto, nada más salir del seminario; ni se puede hacer depender todo de esa afición por los títulos, por sacar unas determinadas calificaciones en unos exámenes.
Nos podemos preguntar si no se ha dado preeminencia a los títulos frente a la verdadera sabiduría acerca de la ciencia de Dios. Nos podemos preguntar si no se ha consolidado una dicotomía entre estudios y esa sabiduría. No es solo que se haya dado esa preeminencia, sino que se ha creado un abismo entre esas dos realidades. Al final, o estudias o trabajas, frente a una realidad armoniosa que combine equilibradamente ambas realidades.
Esta reflexión coral de la Iglesia acerca del cursus honorum es muy importante, porque hoy día, es un hecho, de ello depende el modo en que se escoge a la cabeza de cada diócesis.
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