La Catedral de la Almudena: una crítica estética




















La cripta de la catedral de la Almudena es preciosa, arquitectónicamente preciosa. Pero está rabiosamente mal decorada. La cripta, impresionante y magnífica, requiere de un plan que reestructure totalmente todos los contenidos que se han ido acumulando, durante un siglo, sin orden ni concierto. De hecho, el desconcierto que muestra es tan espantoso que me recuerda un poco a algunos decorados del cine expresionista alemán. Por cualquier lado espero que aparezca el Golem o un nieto del Dr. Caligari. Han convertido una formidable cripta neorrománica en un desconcertado desván expresionista.

No he estado desde hace años en la cripta, pero su iluminación (cuando estuve) era catastrófica. Y mejor no hablar de los enterramientos de la parte de atrás, la parte cerrada no accesible al público. Me produce escalofríos pensar que yo pudiera tener que estar allí siglos esperando la trompeta del Juicio Final. Sin duda, antes que allí preferiría ser enterrado en el Mausoleo de Lenin o en un trozo de una jungla vietnamita, entre la chatarra de los bombarderos.

El desastre de la decoración de la cripta se va repitiendo por fases en la decoración de la magnífica catedral construida sobre la cripta. Con todo respeto a la Curia de Madrid, ya se le ha señalado por parte de muchos entendidos (unos de forma individual y muy caritativa, y otro de forma colectiva y oficial) que la catedral requiere de un plan general a cargo de un gran especialista. Y no que se sigan acumulando cosas y más cosas en sus naves, en sus capillas, en sus paredes, según el buen entender de quien tiene solo buena voluntad y ninguna preparación. El problema de muchas de las actuaciones de los últimos años es que tienen ya difícil arreglo.

La catedral se hizo muy bien. Es una obra magnífica de Fernando Chueca. Pero en su decoración han concurrido unas cien manos, cuya única característica esencial era actuar sin ningún concierto entre ellas. Cualquier día podemos encontrar en alguna capilla al caballo disecado del Mío Cid al lado de san Antón. Incluso tengo el recuerdo de haber visto la momia de algún canónigo al lado de la de algún faraón.

Sirva este post como elegía a una catedral bella y pura cuando salió de la nada, bella en sus formas arquitectónicas puras, pero que ha sufrido un progresivo e implacable proceso de desfiguración que ya tiene muy difícil solución.

Pero tampoco sufro mucho, porque compruebo que entre el clero muy pocos han captado que algo no funciona. Y entre los pobres turistas que llegan allí agotados de El Prado, acalorados por el Palacio Real, todavía hay menos que noten algo que desentone. Así que dejo constancia del asunto, pero eso es todo. Esto es como cuando le dije a una persona (no daré más detalles) que mi músico favorito era Bach, y me preguntó: ¿Canta bien?

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