La liturgia diaria meditada - ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo? (Mt 8,28-34) 04/07



Miércoles 04 de Julio de 2018
De la feria
Verde

Santa Isabel de Portugal. Blanco.

Santa Isabel fue esposa del rey Dionis, y durante todo el tiempo de este reinado, ella debió interceder entre su esposo y sus hijos por las constantes rebeliones, intrigas y disputas que se daban entre ellos. Su lema fue: “Amen la paz y hallarán en todo la tranquilidad de espíritu”. A este espíritu de paz y reconciliación que Isabel procuraba poner en todo, se sumó su amor a los pobres, enfermos y peregrinos. Vivió como terciaria franciscana, y falleció en Coimbra en 1336.


Antífona de entrada         Sal 46, 2
Todos los pueblos aplaudan y aclamen al Señor con gritos de alegría.

Oración colecta    
Dios nuestro, que por la gracia de la adopción quisiste hacernos hijos de la luz; concédenos que no seamos envueltos en las tinieblas del error, sino que permanezcamos siempre en el esplendor de la verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

O bien:           de santa Isabel

Dios nuestro, que creas la paz y amas la caridad, tú concediste a santa Isabel de Portugal la gracia admirable de reconciliar a los enemigos; te pedimos, por su intercesión, trabajar siempre por la paz para ser llamados hijos de Dios. Por nuestro Señor Jesucristo…


Oración sobre las ofrendas      
Dios de bondad, que das eficacia a tus misterios, concede que nuestro culto resulte digno de estos sagrados dones. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión       cf. Sal 102, 1
Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo nombre.

O bien:           cf. Jn 17, 20-21
Dice el Señor: “Padre, ruego por ellos, para que todos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste”.

Oración después de la comunión
Que la víctima divina que hemos ofrecido y recibido nos llene de vida, Señor, para que, unidos a ti por el amor, demos frutos que permanezcan eternamente. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura         Am 5, 14-15. 21-24
Lectura de la profecía de Amós.
Busquen el bien y no el mal, para que tengan vida, y así el Señor, Dios de los ejércitos, estará con ustedes, como ustedes dicen. Aborrezcan el mal, amen el bien, y hagan triunfar el derecho en la Puerta: tal vez el Señor, Dios de los ejércitos, tenga piedad del resto de José. Yo aborrezco, desprecio sus fiestas, y me repugnan sus asambleas. Cuando ustedes me ofrecen holocaustos, no me complazco en sus ofrendas ni miro sus sacrificios de terneros cebados. Aleja de mí el bullicio de tus cantos, no quiero oír el sonido de tus arpas. Que el derecho corra como el agua, y la justicia como un torrente inagotable.
Palabra de Dios.

Comentario
Nos hallamos ante un tema típico de la predicación profética: la denuncia de la hipocresía religiosa. Dios no soporta la falta de coherencia entre lo que celebramos y lo que vivimos. Por eso, nos exige una vida recta, donde reine la justicia y el derecho, y entonces nuestro culto le será agradable.

Salmo             Sal 49, 7-13. 16b-17
R. ¡El justo gozará de la salvación de Dios!

Escucha, pueblo mío, yo te hablo; Israel, voy a alegar contra ti: Yo soy el Señor, tu Dios. R.

No te acuso por tus sacrificios: ¡tus holocaustos están siempre en mi presencia! Pero yo no necesito los novillos de tu casa ni los cabritos de tus corrales. R.

Porque son mías todas las fieras de la selva, y también el ganado de las montañas más altas. Yo conozco los pájaros de los montes y tengo ante mí todos los animales del campo. R.

Si tuviera hambre, no te lo diría, porque es mío el mundo y todo lo que hay en él. ¿Acaso voy a comer la carne de los toros o a beber la sangre de los cabritos? R.


¿Cómo te atreves a pregonar mis mandamientos y a mencionar mi alianza con tu boca, tú, que aborreces toda enseñanza y te despreocupas de mis palabras? R.

Aleluya         Sant 1, 18
Aleluya. El Padre ha querido engendrarnos por su Palabra de verdad, para que seamos como las primicias de su creación. Aleluya.

Evangelio     Mt 8, 28-34
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Cuando Jesús llegó a la otra orilla del lago, a la región de los gadarenos, fueron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros. Eran tan feroces, que nadie podía pasar por ese camino. Y comenzaron a gritar: “¿Qué quieres de nosotros, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?”. A cierta distancia había una gran piara de cerdos paciendo. Los demonios suplicaron a Jesús: “Si vas a expulsarnos, envíanos a esa piara”. Él les dijo: “Vayan”. Ellos salieron y entraron en los cerdos: Éstos se precipitaron al mar desde lo alto del acantilado, y se ahogaron. Los cuidadores huyeron y fueron a la ciudad para llevar la noticia de todo lo que había sucedido con los endemoniados. Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, al verlo, le rogaron que se fuera de su territorio.
Palabra del Señor.

Comentario
Los cerdos simbolizaban la impureza, es decir, todo aquello que no es digno de ser presentado ante Dios. El modo en que se relata este exorcismo, nos hace ver que el poder de Jesús es más fuerte que cualquier espíritu maligno y cualquier impureza. Él arroja los demonios al fondo del mar, porque con él se inicia un tiempo nuevo, el tiempo del Reino de Dios, donde todo lo malo ha pasado.

Oración introductoria
Señor, porque creo en Ti y te amo, quiero vivir hoy, y siempre, muy cerca de Ti, así el pecado no tendrá cabida en mi vida. En este momento de oración quiero renovar mi total adhesión a Ti, ayúdame a pensar, hablar, actuar y amar como Tú, te lo pido por intercesión de María, tu santísima madre.

Petición
Jesús, te pido que nunca te alejes de mi vida y que reines siempre en mi corazón.

Meditación 

Hoy contemplamos un triste contraste. “Contraste” porque admiramos el poder y majestad divinos de Jesucristo, a quien voluntariamente se le someten los demonios (señal cierta de la llegada del Reino de los cielos). Pero, a la vez, deploramos la estrechez y mezquindad de las que es capaz el corazón humano al rechazar al portador de la Buena Nueva: «Toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su término» (Mt 8,34). Y “triste” porque «la luz verdadera (...) vino a los suyos, pero los suyos no le recibieron» (Jn 1,9.11).

Más contraste y más sorpresa si ponemos atención en el hecho de que el hombre es libre y esta libertad tiene el “poder de detener” el poder infinito de Dios. Digámoslo de otra manera: la infinita potestad divina llega hasta donde se lo permite nuestra “poderosa” libertad. Y esto es así porque Dios nos ama principalmente con un amor de Padre y, por tanto, no nos ha de extrañar que Él sea muy respetuoso de nuestra libertad: Él no impone su amor, sino que nos lo propone.

Dios, con sabiduría y bondad infinitas, gobierna providencialmente el universo, respetando nuestra libertad; también cuando esta libertad humana le gira las espaldas y no quiere aceptar su voluntad. Al contrario de lo que pudiera parecer, no se le escapa el mundo de las manos: Dios lo lleva todo a buen término, a pesar de los impedimentos que le podamos poner. De hecho, nuestros impedimentos son, antes que nada, impedimentos para nosotros mismos.

Con todo, uno puede afirmar que «frente a la libertad humana Dios ha querido hacerse “impotente”. Y puede decirse asimismo que Dios está pagando por este gran don. Él paga, pero nosotros perdemos. Salimos ganando, en cambio, cuando respondemos como Santa María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38).

Desde luego, hay momentos en los que Jesús desconcierta. Nos entusiasma ver cómo vence al demonio, cómo libra a dos hombres que sufren. Pero no entendemos por qué dialoga con los demonios y que les permita pasar a los puercos... Sin embargo, el sentido del milagro es claro: vale más la vida de un hombre que los bienes materiales. Los porqueros no lo entendieron. Se asustaron, y, con los demás miembros de la ciudad, pidieron a Jesús que se marchase. Quizá para ellos valían más los animales que los hombres.

Los cristianos debemos vivir como Cristo, dispuestos a sacrificar una pequeña o no tan pequeña ganancia material con tal de poder servir a familiares, amigos, o incluso a extraños que llaman a nuestra puerta. Lo demás pasa a un segundo lugar, vale sólo en tanto en cuanto nos ayude a vivir la caridad cristiana. 

Los porqueros no entendieron... Ojalá el ejemplo de Cristo nos abra un poco los ojos y el corazón, y empecemos a comprender y a vivir como cristianos.

Propósito
Hablar menos, para escuchar más y mejor. 

Diálogo con Cristo
El pecado, incluso el pecado venial, que tan facilmente consiento en mi vida, no sólo me aleja de los demás sino del amor de Dios. Por eso, Jesús, para establecer tu reinado en mi corazón, me pides una entrega total, responsable y consciente. Ayúdame a responderte con generosidad, más allá de los vaivenes de mi sensibilidad; con tu luz y fuerza sé que podré expulsar toda forma de pecado de mi vida. 

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10:43

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