La liturgia diaria meditada - La mies es mucha y los obreros pocos (Mt 9,32-38) 10/07



Martes 10 de Julio de 2018
Misa a elección:

Feria. Verde
San Agustín Zhao Rong y compañeros mártires. Blanco.

Agustín Zhao (o Tchao) era un joven soldado chino que quedó impresionado por el testimonio de los misioneros que, en el siglo XIX, llegaron a esas tierras. Por eso, quiso ser bautizado y se ordenó sacerdote. Cuando se desató la persecución contra los católicos, fue cruelmente torturado y martirizado junto con otros 119 compañeros en el año 1815.

Antífona de entrada          cf. Sal 47, 10-11
En tu santo templo, Señor, evocamos tu misericordia; la gloria de tu nombre llega hasta los confines de la tierra. Tu derecha está llena de justicia.

Oración colecta     
Dios nuestro, que por la humillación de tu Hijo levantaste a la humanidad caída; concédenos una santa alegría, para que, liberados de la servidumbre del pecado, alcancemos la felicidad que no tiene fin. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

O bien:           de san Agustín Zhao

Señor Dios, que en tu admirable providencia fortaleciste a tu Iglesia con el testimonio de los santos mártires Agustín y sus compañeros, te pedimos que tu pueblo, fiel a la misión que le encomendaste, pueda vivir en libertad y dar testimonio de la verdad ante el mundo. Por nuestro Señor Jesucristo…


Oración sobre las ofrendas        
Padre del cielo, que este sacrificio consagrado a tu nombre nos purifique y nos encamine, cada día más, hacia la vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        Sal 33, 9
Gusten y vean qué bueno es el Señor. Feliz el hombre que espera en él.

Antífona de comunión        Cf. Mt 11, 28
“Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré”, dice el Señor.

Oración después de la comunión
Alimentados con tan grandes dones, te pedimos, Padre, recibir sus frutos de salvación y no dejar nunca de alabarte. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura        Os 4, 1; 8, 4-7. 11-13
Lectura de la profecía de Oseas.
Escuchen la palabra del Señor, israelitas: Entronizaron reyes, pero sin contar conmigo; designaron príncipes, pero sin mi aprobación. Se hicieron ídolos con su plata y su oro, para su propio exterminio. Yo rechazo tu ternero, Samaría; mi ira se ha encendido contra ellos. ¿Hasta cuándo no podrán recobrar la inocencia? Porque ese ternero proviene de Israel: lo hizo un artesano, y no es Dios. Sí, el ternero de Samaría quedará hecho pedazos. Porque siembran vientos, recogerán tempestades. Tallo sin espiga no produce harina, y si la produce, se la tragarán los extranjeros. Efraín multiplicó los altares para expiar el pecado, pero esos altares le han servido sólo para pecar. Por más que escriba para él mil prescripciones de mi Ley, se las tendría por una cosa extraña. En cuanto a los sacrificios que me ofrecen, ¡que los inmolen, que se coman la carne! ¡El Señor no los aceptará! Ahora, él se acordará de sus culpas y pedirá cuenta de sus pecados: entonces ellos regresarán a Egipto.
Palabra de Dios.

Comentario
Dios recrimina al pueblo la idolatría, esto es: adorar figuras creadas por hombres. El pueblo debe rendir culto sólo a Dios, de quien depende, y vivir de acuerdo a su voluntad.

Sal 113b, 3-7ab. 8-10
R. ¡Pueblo de Israel, confía en el Señor!

Nuestro Dios está en el cielo y en la tierra, él hace todo lo que quiere. Los ídolos, en cambio, son plata y oro, obra de las manos de los hombres. R.

Tienen boca, pero no hablan, tienen ojos, pero no ven; tienen orejas, pero no oyen, tienen nariz, pero no huelen. R.

Tienen manos, pero no palpan, tienen pies, pero no caminan; como ellos serán los que los fabrican, los que ponen en ellos su confianza. R.

Pueblo de Israel, confía en el Señor: Él es tu ayuda y tu escudo; familia de Aarón, confía en el Señor: Él es tu ayuda y tu escudo. R.

Aleluya        Jn 10, 14
Aleluya. “Yo soy el buen Pastor; conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí”, dice el Señor. Aleluya.

Evangelio     Mt 9, 32-38
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Le presentaron a Jesús un mudo que estaba endemoniado. El demonio fue expulsado y el mudo comenzó a hablar. La multitud, admirada, comentaba: “Jamás se vio nada igual en Israel”. Pero los fariseos decían: “Él expulsa a los demonios por obra del Príncipe de los demonios”. Jesús recorría todas las ciudades y los pueblos, enseñando en las sinagogas, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias. Al ver a la multitud, tuvo compasión, porque estaban fatigados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos. Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha”.
Palabra del Señor.

Comentario
¡Cuánto trabajo todavía por hacer para llevar el evangelio! ¡Cuántos prójimos que andan como ovejas sin pastor! Además de rezar y pedir obreros para la cosecha, respondamos también nosotros con nuestro compromiso para continuar la obra de Jesús: enseñar, anunciar la Buena Noticia del Reino de Dios, sanar y liberar.

Oración introductoria
Jesús, me postro ante tu presencia con la seguridad de tu amor. Tu gracia puede moldear mi corazón, curarlo de esas debilidades que me alejan de tu amor. Compadecete de mí, soy tu oveja descarriada que te busca en esta oración. 

Petición
Señor, sé que la mies es mucha y los trabajadores pocos. ¡Hazme un obrero de tu mies!

Meditación 

Hoy, el Evangelio nos habla de la curación de un endemoniado mudo que provoca diferentes reacciones en los fariseos y en la multitud. Mientras que los fariseos, ante la evidencia de un prodigio innegable, lo atribuyen a poderes diabólicos —«Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios» (Mt 9,34)—, la multitud se maravilla: «Jamás se vio cosa igual en Israel» (Mt 9,33). San Juan Crisóstomo, comentando este pasaje, dice: «Lo que en verdad molestaba a los fariseos era que consideraran a Jesús como superior a todos, no sólo a los que entonces existían, sino a todos los que habían existido anteriormente».

A Jesús no le preocupaba la animadversión de los fariseos, Él continuaba fiel a su misión. Es más, Jesús, ante la evidencia de que los guías de Israel, en vez de cuidar y apacentar el rebaño, lo que hacían era descarriarlo, se apiadó de aquellas multitudes cansadas y abatidas, como ovejas sin pastor. 

Todos nosotros, «si fuéramos consecuentes con nuestra fe, al mirar a nuestro alrededor y contemplar el espectáculo de la historia y del mundo, no podríamos menos de sentir que se elevan en nuestro corazón los mismos sentimientos que animaron al de Jesucristo», lo cual nos conduciría a una generosa tarea apostólica. Pero es evidente la desproporción que existe entre las multitudes que esperan la predicación de la Buena Nueva del Reino y la escasez de obreros. La solución nos la da Jesús al final del Evangelio: rogad al Dueño de la mies que envíe obreros a sus campos (cf. Mt 9,38).

Después de que expulsó al demonio, comenzó a hablar el mudo. Así sucede con nuestra alma: aspira dones espirituales muy elevados y nosotros la tenemos callada con un demonio que le impide hablar todas las cosas buenas de Dios. Este demonio seguramente es nuestro orgullo y soberbia que nos mantiene tan irreconciliables con Dios como lo pudiesen estar la noche y el día al mismo tiempo. Sin embargo, para superar estos obstáculos que nos impiden ser santos sólo nos queda la esperanza de ser curados por Cristo. Sólo con su presencia permitiremos dejar hablar a nuestra alma todas esas palabras bellas que quiere transmitir de Dios, del perdón, del consuelo, del amor, de la paz. 

Hoy día Cristo no se olvida de nosotros. Él desea seguir curando enfermos y expulsando demonios, pero "le faltan" pies y manos, "le faltan" corazones y bocas, "le falta" la fuerza corporal de la juventud para que todos queden sanos. Podría permitir que el mundo se convirtiese en un instante pero no lo hace por respeto a nuestra libertad, el don más grande después de nuestra fe. 

Qué hermosa lección sacaríamos de este evangelio si nos diésemos cuenta de esta compasión que siente Jesucristo por nosotros. Compasión de ver a tantas ovejas sin pastor y que sienten la necesidad de recibir la salud pero que no pueden por falta de esos pastores entregados y generosos. Pidamos a Cristo que nos envíe hombres y mujeres que no teman dar su vida para seguir a Cristo incondicionalmente.

Propósito
Organizar mi tiempo para participar, en una Hora Eucarística por las vocaciones.

Diálogo con Cristo
Acéptame, Jesús, como uno de los tuyos, como un fiel seguidor dispuesto a todo por tu Reino. 

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08:20

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