Santa Clara de Asís, virgen.
Memoria. Blanco.
Santa Clara de Asís, virgen
Clara nació en Asís en el año 1193. Seguidora de san Francisco desde los 19 años, consagró su vida a la pobreza y la oración y se encargó de dirigir a las monjas de la Segunda Orden franciscana del convento de san Damián. Esta última adoptó más tarde el nombre de Clarisas, en su honor. Clara recibió al mismo Francisco en ese convento en el año 1225, cuando este ya estaba muy enfermo y casi ciego. Murió en el año 1253, y fue canonizada dos años después. Es patrona de la televisión.
Antífona de entrada
El Señor encontró velando a esta virgen sabia, que tenía preparado el aceite para su lámpara; al llegar el Esposo, entró con él a la fiesta nupcial.
Oración colecta
Dios nuestro, que en tu misericordia inspiraste a santa Clara el amor a la pobreza; otórganos, por su intercesión, que siguiendo a Cristo con pobreza de espíritu podamos llegar a contemplarte en el Reino celestial. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Señor, concédenos obtener el fruto de las ofrendas que te presentamos para que muera en nosotros el antiguo poder del pecado y, siguiendo el ejemplo de santa Clara, nos renovemos con tu vida divina. Por Jesucristo nuestro Señor.
Antífona de comunión Cf. Mt 25, 4. 6
Las cinco vírgenes prudentes llevaron aceite para sus lámparas. A medianoche se oyó un grito: “Ya viene el esposo, salgan al encuentro de Cristo, el Señor”.
Oración después de la comunión
Por la comunión del Cuerpo y Sangre de tu Hijo único, líbranos, Padre, de la seducción de las cosas transitorias, para que, a ejemplo de santa Clara, se acreciente nuestra caridad en la tierra y podamos gozar de la gloria eterna en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lectura Hab 1, 12—2, 4
Lectura de la profecía de Habacuc.
¿No eres tú, Señor, desde los tiempos antiguos, mi Dios, mi Santo, que no muere jamás? Tú, Señor, pusiste a ese pueblo para hacer justicia, tú, mi Roca, lo estableciste para castigar. Tus ojos son demasiado puros para mirar el mal y no puedes contemplar la opresión. ¿Por qué, entonces, contemplas a los traidores y callas cuando el impío devora a uno más justo que él? ¡Tú tratas a los hombres como a los peces del mar, como a reptiles, que no tienen jefe! ¡Él los pesca a todos con el anzuelo, los barre y los recoge con sus redes! Por eso se alegra y se regocija, y ofrece sacrificios e incienso a sus redes, porque gracias a ellas su porción es abundante y sus manjares, suculentos. ¿Vaciará sus redes sin cesar, masacrando a los pueblos sin compasión? Me pondré en mi puesto de guardia y me apostaré sobre el muro; vigilaré para ver qué me dice el Señor, y qué responde a mi reproche. El Señor me respondió y dijo: Escribe la visión, grábala sobre unas tablas para que se la pueda leer de corrido. Porque la visión aguarda el momento fijado, ansía llegar a término y no fallará; si parece que se demora, espérala, porque vendrá seguramente, y no tardará. El que no tiene el alma recta, sucumbirá, pero el justo vivirá por su fidelidad.
Palabra de Dios.
Comentario
El profeta apela a Dios y su pureza para exigirle que intervenga ante los malvados, que oprimen al pueblo. Si Dios es puro, no debería soportar esto que está pasando. Y Dios responde. Siempre lo hace. ¿Qué responde? Que espere, porque él manifestará su justicia a tiempo. ¿Cuándo? No se sabe, no hay fecha, no hay nada estipulado. ¿Entonces? Entonces quedan claras dos cosas: que Dios no soporta la opresión, y esto es determinante, porque promete actuar; y que Dios se guarda la definición de su acción para sí mismo, porque él es el verdadero Justo. A nosotros nos queda esperar, pero no como una espera “de tiempo”, sino como virtud, confiando en Dios.
Salmo Sal 9, 8-13
R. ¡No abandones a los que te buscan, Señor!
El Señor reina eternamente y establece su trono para el juicio: Él gobierna al mundo con justicia y juzga con rectitud a las naciones. R.
El Señor es un baluarte para el oprimido, un baluarte en los momentos de peligro. ¡Confíen en ti los que veneran tu Nombre, porque tú no abandonas a los que te buscan! R.
Canten al Señor, que reina en Sión, proclamen entre los pueblos sus proezas. Porque él pide cuenta de la sangre, se acuerda de los pobres y no olvida su clamor. R.
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