La liturgia diaria meditada - Si fuera vuestra fe como un grano de mostaza, nada os sería imposible (Mt 17,14-20) 11/08


Sábado 11 de Agosto de 2018
Santa Clara de Asís, virgen.
Memoria. Blanco.

Santa Clara de Asís, virgen
Clara nació en Asís en el año 1193. Seguidora de san Francisco desde los 19 años, consagró su vida a la pobreza y la oración y se encargó de dirigir a las monjas de la Segunda Orden franciscana del convento de san Damián. Esta última adoptó más tarde el nombre de Clarisas, en su honor. Clara recibió al mismo Francisco en ese convento en el año 1225, cuando este ya estaba muy enfermo y casi ciego. Murió en el año 1253, y fue canonizada dos años después. Es patrona de la televisión.

Antífona de entrada         
El Señor encontró velando a esta virgen sabia, que tenía preparado el aceite para su lámpara; al llegar el Esposo, entró con él a la fiesta nupcial.

Oración colecta     

Dios nuestro, que en tu misericordia inspiraste a santa Clara el amor a la pobreza; otórganos, por su intercesión, que siguiendo a Cristo con pobreza de espíritu podamos llegar a contemplarte en el Reino celestial. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas        
Señor, concédenos obtener el fruto de las ofrendas que te presentamos para que muera en nosotros el antiguo poder del pecado y, siguiendo el ejemplo de santa Clara, nos renovemos con tu vida divina. Por Jesucristo nuestro Señor.

Antífona de comunión        Cf. Mt 25, 4. 6
Las cinco vírgenes prudentes llevaron aceite para sus lámparas. A medianoche se oyó un grito: “Ya viene el esposo, salgan al encuentro de Cristo, el Señor”.

Oración después de la comunión

Por la comunión del Cuerpo y Sangre de tu Hijo único, líbranos, Padre, de la seducción de las cosas transitorias, para que, a ejemplo de santa Clara, se acreciente nuestra caridad en la tierra y podamos gozar de la gloria eterna en el cielo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura         Hab 1, 12—2, 4
Lectura de la profecía de Habacuc.
¿No eres tú, Señor, desde los tiempos antiguos, mi Dios, mi Santo, que no muere jamás? Tú, Señor, pusiste a ese pueblo para hacer justicia, tú, mi Roca, lo estableciste para castigar. Tus ojos son demasiado puros para mirar el mal y no puedes contemplar la opresión. ¿Por qué, entonces, contemplas a los traidores y callas cuando el impío devora a uno más justo que él? ¡Tú tratas a los hombres como a los peces del mar, como a reptiles, que no tienen jefe! ¡Él los pesca a todos con el anzuelo, los barre y los recoge con sus redes! Por eso se alegra y se regocija, y ofrece sacrificios e incienso a sus redes, porque gracias a ellas su porción es abundante y sus manjares, suculentos. ¿Vaciará sus redes sin cesar, masacrando a los pueblos sin compasión? Me pondré en mi puesto de guardia y me apostaré sobre el muro; vigilaré para ver qué me dice el Señor, y qué responde a mi reproche. El Señor me respondió y dijo: Escribe la visión, grábala sobre unas tablas para que se la pueda leer de corrido. Porque la visión aguarda el momento fijado, ansía llegar a término y no fallará; si parece que se demora, espérala, porque vendrá seguramente, y no tardará. El que no tiene el alma recta, sucumbirá, pero el justo vivirá por su fidelidad.
Palabra de Dios.

Comentario
El profeta apela a Dios y su pureza para exigirle que intervenga ante los malvados, que oprimen al pueblo. Si Dios es puro, no debería soportar esto que está pasando. Y Dios responde. Siempre lo hace. ¿Qué responde? Que espere, porque él manifestará su justicia a tiempo. ¿Cuándo? No se sabe, no hay fecha, no hay nada estipulado. ¿Entonces? Entonces quedan claras dos cosas: que Dios no soporta la opresión, y esto es determinante, porque promete actuar; y que Dios se guarda la definición de su acción para sí mismo, porque él es el verdadero Justo. A nosotros nos queda esperar, pero no como una espera “de tiempo”, sino como virtud, confiando en Dios.

Salmo             Sal 9, 8-13
R. ¡No abandones a los que te buscan, Señor!

El Señor reina eternamente y establece su trono para el juicio: Él gobierna al mundo con justicia y juzga con rectitud a las naciones. R.

El Señor es un baluarte para el oprimido, un baluarte en los momentos de peligro. ¡Confíen en ti los que veneran tu Nombre, porque tú no abandonas a los que te buscan! R.


Canten al Señor, que reina en Sión, proclamen entre los pueblos sus proezas. Porque él pide cuenta de la sangre, se acuerda de los pobres y no olvida su clamor. R.


Aleluya        Cfr. 2Tim 1, 10
Aleluya. Nuestro Salvador Jesucristo destruyó la muerte e hizo brillar la vida, mediante la Buena Noticia. Aleluya.

Evangelio     Mt 17, 14-20
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
En aquel tiempo, se acercó a Jesús un hombre que, arrodillándose ante Él, le dijo: «Señor, ten piedad de mi hijo, porque es lunático y está mal; pues muchas veces cae en el fuego y muchas en el agua. Se lo he presentado a tus discípulos, pero ellos no han podido curarle». Jesús respondió: «¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros? ¡Traédmelo acá!». Jesús le increpó y el demonio salió de él; y quedó sano el niño desde aquel momento. 

Entonces los discípulos se acercaron a Jesús, en privado, y le dijeron: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarle?». Díceles: «Por vuestra poca fe. Porque yo os aseguro: si tenéis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: “Desplázate de aquí allá”, y se desplazará, y nada os será imposible». 
Palabra del Señor.

Comentario
Jesús no se fastidia por atender al hombre desesperado que busca la curación de su hijo, sino porque el mal sigue activo en medio de los hombres. Esta situación se presenta aún en nuestros tiempos, y nos obliga a actuar para erradicar el mal desde su raíz.

Oración introductoria
Señor, me falta fe... para ser perseverante en mi oración, para amar mejor a los demás, para ser fiel a mi misión. Inicio mi oración haciendo silencio en mi corazón; no un silencio vacío, sino lleno de esperanza al estar ante ti, poniéndome humildemente ante tu presencia, con la seguridad que por el gran amor que me tienes, fortalecerás mi fe. 

Petición
Jesús, dame la gracia de asimilar que la verdadera oración consiste en unir mi voluntad a la de Dios.

Meditación

Hoy, una vez más, Jesús da a entender que la medida de los milagros es la medida de nuestra fe. Por tanto, los milagros ahí están y, si no vemos más es porque no le permitimos hacerlos por nuestra poca fe.

Ante una situación desconcertante y a todas luces incomprensible, el ser humano reacciona de diversas maneras. La epilepsia era considerada como una enfermedad incurable y que sufrían las personas que se encontraban poseídas por algún espíritu maligno.

El padre de aquella criatura expresa su amor hacia el hijo buscando su curación integral, y acude a Jesús. Su acción es mostrada como un verdadero acto de fe. Él se arrodilla ante Jesús y lo impreca directamente con la convicción interior de que su petición será escuchada favorablemente. La manera de expresar la demanda muestra, a la vez, la aceptación de su condición y el reconocimiento de la misericordia de Aquél que puede compadecerse de los otros.

Aquel padre trae a colación el hecho de que los discípulos no han podido echar a aquel demonio. Este elemento introduce la instrucción de Jesús haciendo notar la poca fe de los discípulos. Seguirlo a Él, hacerse discípulo, colaborar en su misión pide una fe profunda y bien fundamentada, capaz de soportar adversidades, contratiempos, dificultades e incomprensiones. Una fe que es efectiva porque está sólidamente enraizada. En otros fragmentos evangélicos, Jesucristo mismo lamenta la falta de fe de sus seguidores. La expresión «nada os será imposible» (Mt 17,20) expresa con toda la fuerza la importancia de la fe en el seguimiento del Maestro.

La fe, aunque es un don de Dios, debe crecer y fortalecerse con nuestra colaboración. Es como ir a un gimnasio: al levantar las pesas una y otra vez, nuestros músculos se desarrollan. La fe también debe ejercitarse, ponerse a prueba, alimentarse. Si nos conformamos con la fe que teníamos a los diez años, cuando hicimos la primera comunión, es lógico que nuestro "músculo" espiritual esté raquítico. 

Necesitamos una fe adulta, resistente, alimentada con las lecturas adecuadas, con la oración diaria, con los sacramentos y con todo aquello que nos ayude a fortalecerla.

Propósito
Rezar con mucha fe, diariamente, la oración a mi ángel custodio

Diálogo con Cristo 
El ingrediente secreto para tener éxito en cualquier cosa es la fe. No es necesario nada más. Jesús, ahora veo que la oración no es opcional, sino que es el medio por el cual podemos crecer en la fe. Sólo quien reza, es decir, quien confía en Dios, con un amor filial, puede sanarse a sí mismo y a los demás.

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