La liturgia diaria meditada - Yo soy el pan que ha bajado del cielo (Jn 6, 41-51) 12/08



Domingo 12 de Agosto de 2018
19° Domingo durante el año
Verde

Martirologio Romano: Santa Juana Francisca Frémiot de Chantal, religiosa, que siendo primero madre de familia, tuvo como fruto de su cristiano matrimonio seis hijos, a los que educó piadosamente, y muerto su esposo, bajo la dirección de san Francisco de Sales abrazó con decisión el camino de la perfección y realizó obras de caridad, en especial para con los pobres y enfermos. Dio comienzo a la Orden de la Visitación de santa María, que dirigió también prudentemente, y su muerte tuvo lugar en Moulins, junto al Aller, cerca de Nevers, en Francia, el día trece de diciembre (+1641 dC).

Antífona      cf. Sal 73, 20. 19. 22. 23
Acuérdate, Señor, de tu alianza, y no olvides para siempre a tus pobres. Levántate, Señor, defiende tu causa y no desoigas el clamor de los que te invocan.

Oración colecta     
Dios todopoderoso y eterno, a quien, movidos por el Espíritu Santo, nos animamos a llamar Padre; confirma en nuestros corazones la condición de hijos tuyos, para que podamos entrar en la herencia prometida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

Oración sobre las ofrendas        
Padre de bondad, acepta los dones que misericordiosamente has dado a tu Iglesia y que, con tu poder, conviertes en sacramento de salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        Sal 147, 12. 14
Jerusalén, glorifica al Señor tu Dios, que te sacia con lo mejor del trigo.

O bien:         cf. Jn 6, 51
Dice el Señor: “El pan que yo daré, es mi carne para la vida del mundo”.

Oración después de la comunión
Padre, que la comunión de tus sacramentos nos alcance la salvación y nos confirme en la luz de tu verdad. Por Jesucristo, nuestro Señor.

1ª Lectura    1Rey 19, 1-8
Lectura del primer libro de los Reyes.
El rey Ajab contó a Jezabel todo lo que había hecho Elías y cómo había pasado a todos los profetas al filo de la espada. Jezabel envió entonces un mensajero a Elías para decirle: “Que los dioses me castiguen si mañana, a la misma hora, yo no hago con tu vida lo que tú hiciste con la de ellos”. Él tuvo miedo, y partió en seguida para salvar su vida. Llegó a Berseba de Judá y dejó allí a su sirviente. Luego Elías caminó un día entero por el desierto, y al final se sentó bajo una retama. Entonces se deseó la muerte y exclamó: “¡Basta ya, Señor! ¡Quítame la vida, porque yo no valgo más que mis padres!”. Se acostó y se quedó dormido bajo la retama. Pero un ángel lo tocó y le dijo: “¡Levántate, come!”. Él miró y vio que había a su cabecera una galleta cocida sobre piedras calientes y un jarro de agua. Comió, bebió y se acostó de nuevo. Pero el Ángel del Señor volvió otra vez, lo tocó y le dijo: “¡Levántate, come, porque todavía te queda mucho por caminar!”. Elías se levantó, comió y bebió, y fortalecido por ese alimento caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta la montaña de Dios, el Horeb.
Palabra de Dios.

Comentario
Elías se sentía agotado, deprimido y desilusionado. Consideraba que su vida carecía de sentido y que lo único que le quedaba era esperar la muerte. ¿No le pasa algo similar a muchos hermanos o hermanas nuestros? ¿Podría pasarnos a nosotros? Ante esto, debemos escuchar o anunciar la voz del Señor: “Anda, camina”, y seguir adelante o ayudar a otro a caminar. En esa circunstancia, está justamente el sentido de la propia vida.

Salmo 33, 2-9
R. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!

Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor: que lo oigan los humildes y se alegren. R.

Glorifiquen conmigo al Señor, alabemos su Nombre todos juntos. Busqué al Señor: Él me respondió y me libró de todos mis temores. R.

Miren hacia él y quedarán resplandecientes, y sus rostros no se avergonzarán. Este pobre hombre invocó al Señor: Él lo escuchó y lo salvó de sus angustias. R.

El Ángel del Señor acampa en torno de sus fieles, y los libra. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor! ¡Felices los que en él se refugian! R.

2ª Lectura    Ef 4, 30—5, 2
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso.
Hermanos: No entristezcan al Espíritu Santo de Dios, que los ha marcado con un sello para el día de la redención. Eviten la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. Por el contrario, sean mutuamente buenos y compasivos, perdonándose los unos a los otros como Dios los ha perdonado en Cristo. Traten de imitar a Dios, como hijos suyos muy queridos. Practiquen el amor, a ejemplo de Cristo, que nos amó y se entregó por nosotros, como ofrenda y sacrificio agradable a Dios.
Palabra de Dios.

Comentario
Hermosos consejos para vivir en comunidad y, por supuesto, en nuestras familias. Vivir en Cristo debe modificar nuestros compartimientos y reacciones. No podemos pasar por la vida como si nada hubiera ocurrido. Jesús nos salvó, y por eso debemos vivir y anunciar esta vida nueva.

Aleluya        Jn 6, 51
Aleluya. “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente”, dice el Señor. Aleluya.

Evangelio     Jn 6, 41-51
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Los judíos murmuraban de Jesús, porque había dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”. Y decían: “¿Acaso este no es Jesús, el hijo de José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede decir ahora: ‘Yo he bajado del cielo?’”. Jesús tomó la palabra y les dijo: “No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en el libro de los Profetas: ‘Todos serán instruidos por Dios’. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí. Nadie ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al Padre. Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna. Yo soy el pan de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron. Pero éste es el pan que desciende del cielo, para que aquél que lo coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo”.
Palabra del Señor.

Comentario
Pero aquí tenemos que preguntarnos: ¿Cómo recibo a nuestro Señor en la Comunión? Si lo hago con verdadera fe, devoción y amor, producirá sus frutos de vida eterna en mi alma. Pero si lo recibo de modo indigno, distraído, con el corazón tibio o mediocre... es obvio que no me aprovechará para nada. Ojalá que, de hoy en adelante, procuremos recibir a Jesús en nuestra alma como lo haría la Santísima Virgen María después de que su Hijo subió al cielo. Entonces, sólo entonces, muchas cosas cambiarán en nuestra vida.

Oración introductoria
Jesús, dame fe para saber orar. No permitas que me dé miedo el silencio y el sosiego. Haz que opte siempre por el camino de la escucha de tu Palabra. Quiero reconocerte y adorarte en la Eucaristía. 

Petición
Espíritu Santo, enséñame a reconocer tu presencia y acción en todo lo bueno que hay en mi vida. 

Meditación

1.- El sustento de nuestra fe. Después de haber demostrado la falsedad de los sacerdotes de Baal, Elías huye por temor a la reacción de la reina extranjera Jezabel. Elías está al borde de la desesperación. No vale la pena seguir luchando. El poder del rey, manejado por una mujer ambiciosa y desaprensiva, es más fuerte que él: su vida está en peligro. Pero en la lucha entre su fe en Dios y el miedo al rey, vence la fe. Dios sostiene a su profeta. Parece que Elías huye, pero esta huida es algo más, es también una peregrinación, un éxodo. Este hombre, que representa lo mejor de Israel, abandona la nueva esclavitud de los baales y sale en busca del Dios que en otro tiempo liberó a su pueblo de la esclavitud de los faraones. Ahora, como entonces, se repetirán las maravillas del éxodo: el pan que sustentará a Elías en su peregrinación, "de cuarenta días, hasta el monte santo...", recuerda el maná, aunque sólo es el anticipo del "verdadero pan bajado del cielo". En la vida sentimos, a veces, que no vale la pena molestarse más: nada cambia e incluso todo va peor. En esta situación encontramos a Jesús que fue capaz de seguir hasta el final. Su pan y su vino, la eucaristía, sostienen nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor.

2.- Jesús únicamente pide fe en Él. Los oyentes de Jesús son judíos: todos creen en Dios y en la Biblia. Pero una cosa es creer en los profetas del pasado, celebrados después de su muerte, y otra cosa es reconocer a esos enviados de Dios mientras viven y son discutidos, especialmente cuando el enviado de Dios es un simple carpintero: ¿Cómo es posible que diga el hijo de José y María semejantes palabras? Es evidente que Jesús les habla de comer su carne y beber su sangre ¿Cómo es posible que exija a sus discípulos algo que está prohibido por la ley...? La Sagrada Escritura utiliza el verbo murmurar en el Éxodo: en el desierto, los israelitas desconfiaban de Dios y, a cada momento, criticaban las decisiones de Moisés. Hoy todavía tendremos que superar las mismas dudas y escuchar a los enviados de Dios que nos enseñan una misión concreta en el mundo de hoy. Son muchos los que creen en Cristo, en la palabra de Dios, y no quieren escuchar a sus profetas o a sus ministros. Jesús habla claramente en este evangelio. Esta escena que nos describe el evangelio está rodeada de sencillez y crudeza al mismo tiempo: Jesús es el enviado de Dios que nos pide creer en él. Creer que él es el pan de vida y que hay que comerlo. Para esto basta la fe por la caridad. Porque Jesús no explicará cómo habrá que comer su carne, cómo habrá que usar ese alimento divino que es El. Únicamente busca una respuesta de fe.

3.- Pan de vida. La fe llega a su perfección cuando es fe en Dios, que se revela en su enviado Jesucristo. El que cree alcanza vida; pues, aunque todos puedan escuchar a Dios, solamente lo ha visto aquel que viene de Dios. Y éste es Jesús, el testigo y la misma Palabra de Dios hecha carne: la plenitud de la revelación, que hace posible la plenitud de la fe. Los que creen así alcanzan vida eterna. Jesús, El mismo y no otra cosa, se presenta como "el pan de la vida". En cada una de sus palabras y de sus obras Jesús se da y se comunica a todos los que creen en él, y éstos reciben a Jesús y no sólo las palabras de Jesús. El "pan de vida", el que "ha bajado del cielo", es la misma realidad de Jesús, su propia carne y una carne que se entrega para la vida del mundo. Si escuchar a Jesús es ya recibir a Jesús y no sólo sus palabras, recibir el cuerpo de Jesús ha de ser también escucharle con fe. El sacramento es una palabra visible, un signo. Comulgar es recibir el cuerpo de Cristo "que se entrega por la vida del mundo"; por lo tanto, es incorporarse personalmente a Cristo y enrolarse en su misión salvadora y en su sacrificio. La Eucaristía fue instituida "la noche antes de padecer" para que los discípulos quedaran comprometidos en la misma entrega que Jesucristo, que se iba a realizar definitivamente al día siguiente. El que comulga debe saber que siempre se halla en esta situación: "antes de padecer" y que recibe "el cuerpo que se entrega para la vida del mundo". Comulgar no es sólo comer, es creer, y esto significa comprometerse.

Propósito
Visitar a Cristo Eucaristía, o hacer una comunión espiritual, para agradecerle su inmenso amor.

Diálogo con Cristo
Señor, el espejismo de las cosas del mundo me deslumbran y me impiden reconocerte y darte el lugar que te corresponde en mi vida. Gracias por este momento de oración. Confío me lleve a valorar la Eucaristía como mi lugar de luz, de esperanza, de conversión; te pido la gracia de gozar sensiblemente de tu presencia eucarística. 



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