La liturgia diaria meditada - Los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos (Mt 19, 30-20, 16) 23/08



Miércoles 23 de Agosto de 2017
De la feria
Verde.

Martirologio Romano: En Todi, de la Umbría, san Felipe Benizi, presbítero de Florencia, varón de gran humildad y propagador de la Orden de los Siervos de María, que consideraba a Cristo crucificado su único libro (1285).

Antífona de entrada          Sal 83, 10-11
Señor, protector nuestro, mira el rostro de tu Ungido, porque vale más un día en tus atrios que mil en otra parte.

Oración colecta     
Dios nuestro, que has preparado bienes invisibles para los que te aman, infunde en nuestros corazones la ternura de tu amor para que, amándote en todas y sobre todas las cosas, alcancemos tus promesas que superan todo deseo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

O bien:         de San Juan Eudes
Dios nuestro, que elegiste admirablemente al presbítero san Juan Eudes para anunciar las insondables riquezas de Cristo; concédenos que, siguiendo sus ejemplos y enseñanzas, te conozcamos cada vez más y vivamos con fidelidad según la luz del Evangelio. Por nuestro Señor Jesucristo…

Oración sobre las ofrendas        
Acepta, Señor, nuestra ofrenda, en la cual se realiza un admirable intercambio, para que, al ofrecerte lo que nos diste, podamos recibirte a ti mismo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        Sal 129, 7
En el Señor se encuentra la misericordia y la redención en abundancia.

O bien:         cf. Jn 6, 51
Dice el Señor: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente”.

Oración después de la comunión
Señor y Padre nuestro, unidos a Cristo por este sacramento, imploramos humildemente tu misericordia, para que, hechos semejantes a él en la tierra, merezcamos gozar de su compañía en el cielo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.

Lectura        Jc 9, 6-15
Lectura del libro de los Jueces.
Se reunieron todos los señores de Siquém y todo Bet Miló, y fueron a proclamar rey a Abimélec, junto a la encina de la piedra conmemorativa que está en Siquém. Cuando le llevaron la noticia a Jotám, este se puso en la cima del monte Garizím, y gritó con voz potente: “Escúchenme, señores de Siquém, y que Dios los escuche a ustedes: Los árboles se pusieron en camino para ungir a un rey que los gobernara. Entonces dijeron al olivo: ‘Sé tú nuestro rey’. Pero el olivo les respondió: ‘¿Voy a renunciar a mi aceite con el que se honra a los dioses y a los hombres, para ir a mecerme por encima de los árboles?’. Los árboles dijeron a la higuera: ‘Ven tú a reinar sobre nosotros’. Pero la higuera les respondió: ‘¿Voy a renunciar a mi dulzura y a mi sabroso fruto, para ir a mecerme por encima de los árboles?’. Los árboles dijeron a la vid: ‘Ven tú a reinar sobre nosotros’. Pero la vid les respondió: ‘¿Voy a renunciar a mi mosto que alegra a los dioses y a los hombres, para ir a mecerme por encima de los árboles?’. Entonces, todos los árboles dijeron a la zarza: ‘Ven tú a reinar sobre nosotros’. Pero la zarza respondió a los árboles: ‘Si de veras quieren ungirme para que reine sobre ustedes, vengan a cobijarse bajo mi sombra; de lo contrario, saldrá fuego de la zarza y consumirá los cedros del Líbano’”.
Palabra de Dios.

Comentario
Esta fábula es una crítica a la monarquía. Los árboles buenos no quieren ser reyes; en cambio, la zarza, inútil y prepotente, acepta el puesto. En aquel momento histórico, cada una de las tribus de Israel tenía su juez y no existía un poder centralizado. Los jueces debían gobernar en forma colegiada y ponerse de acuerdo para cuestiones comunes de todo el territorio. Esta fábula expresa el rechazo a la monarquía, porque el único rey de Israel es Yahveh.

Salmo 20, 2-7
R. ¡El rey se regocija por tu fuerza, Señor!

Señor, el rey se regocija por tu fuerza, ¡y cuánto se alegra por tu victoria! Tú has colmado los deseos de su corazón, no le has negado lo que pedían sus labios. R.

Porque te anticipas a bendecirlo con el éxito y pones en su cabeza una corona de oro puro. Te pidió larga vida y se la diste: días que se prolongan para siempre. R.

Su gloria se acrecentó por tu triunfo, tú lo revistes de esplendor y majestad; le concedes incesantes bendiciones, lo colmas de alegría en tu presencia. R.

Aleluya        Heb 4, 12
Aleluya. La Palabra de Dios es viva y eficaz; discierne los pensamientos y las intenciones del corazón. Aleluya.

Evangelio     Mt 19, 30—20, 16
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a sus discípulos: “Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros. Porque el reino de los cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envió a su viña. Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: ‘Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo’. Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: ‘¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?’. Ellos les respondieron: ‘Nadie nos ha contratado’. Entonces les dijo: ‘Vayan también ustedes a mi viña’. Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: ‘Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros’. Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: ‘Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada’. El propietario respondió a uno de ellos: ‘Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti. ¿O no tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?’. Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos”.
Palabra del Señor.

Comentario
Dios es desconcertante. Nosotros medimos las cosas de la vida con lógica humana: sumamos los puntos para merecer la salvación. Pero, por el contrario, él decide darla como puro derroche. Él tiene una bondad que no deja a nadie afuera. Su reino es comunión de amor, donde no hay “más” o “menos” según los cálculos humanos, sino que para todos hay plenitud.

Oración introductoria
Señor Jesús, Tú sabes que es lo que más me conviene. Cuenta conmigo, llámame, a la hora que quieras, para trabajar en tu viña. Tú eres fiel a tu Palabra y estás más interesado que yo en mi bien espiritual, por eso confío plenamente en Ti. Quiero escuchar tu voz. Habla, Señor, estoy a la escucha.

Petición
Señor, quiero trabajar por Ti, quiero desgastarme por Ti, quiero poner todo lo que soy a tu servicio. Ilumíname para saber cómo y dónde servirte. 

Meditación 

Nos cuesta entender que los caminos del Señor son distintos a los nuestros. Dios se presenta como un amo generoso que no funciona por rentabilidad, sino por amor gratuito e inmerecido. Esta es la buena noticia del evangelio. Pero nosotros insistimos en atribuirle el metro siempre injusto de nuestra humana justicia. En vez de parecernos a él intentamos que él se parezca a nosotros con salarios, tarifas, comisiones intereses y porcentajes. Queremos comerciar con él y que nos pague puntualmente el tiempo que le dedicamos y que prácticamente se reduce al empleado en unos ritos sin compromiso y unas oraciones sin corazón. Con una mentalidad utilitarista, muy propia de nuestro tiempo, preguntamos: ¿Para qué sirve ir a misa, si Dios nos va a querer igual? Así evidenciamos que no hemos tenido la experiencia de que Dios nos quiere y no reaccionamos en consecuencia amándole también más por encima de leyes y medidas. Dios es gratuito. Vemos absurdo y hasta injusto ser queridos todos por igual. ¡A cada uno lo suyo!, decimos como quien da un argumento incontestable con tono de protesta sindical ante Dios. Olvidamos que la gracia ha sustituido a la ley, que la misericordia y el amor es lo único importante para Dios. Imitemos su ejemplo también nosotros.
  
Y Jesús nos quiere enseñar que nuestra relación con Dios no se funda en un contrato laboral sino en un lazo filial, que no somos asalariados, sino hijos y por tanto hermanos. Hijos únicos que ocupamos en el corazón de Dios un hueco que nadie llenar ni reemplazar. Pero no sólo yo. Sino cada uno de mis hermanos. Lo mismo el que trabajó siempre fielmente en la viña del Padre, como el que llega a última hora a trabajar. Lo mismo san Juan, el predilecto del Señor, que San Dimas el buen ladrón. Dios no será nunca injusto con nadie, pero además será infinitamente misericordioso con todos.

Extraña en cuanto que, su bondad, es ilimitada, va contracorriente. Rara en cuanto que su forma de proceder deja, nos deja, desconcertados a todos aquellos que solemos ofrecer o repartir en la medida que nos dan.

¿Cuál es la diferencia entre la ternura de Dios y la humana? La diferencia es  que El es la bondad personificada mientras que, nosotros, miramos primero a las personas y luego cuantificamos y dosificamos el bien que podemos realizar. Aquello de “haz el bien sin mirar a quien” sólo lo lleva hasta su extremo más radical el Señor. Nosotros, al seguir a Jesús, es cuando nos damos cuenta que el criterio que seguimos es muy distinto al utilizado por el Dios que se trasluce en la parábola de este domingo.

Tenemos que dar gracias a Dios por muchísimas razones:

-  Primero: se ha fijado en nosotros. Podría haber pasado perfectamente de largo. Pero, desde el día de nuestro Bautismo, fuimos injertados en El y, desde entonces, intentamos amarle, seguirle y servirle con todas nuestras fuerzas.

-  Segundo: nos ha llamado para algo. Nadie de los que estamos en esta Eucaristía puede decir aquello de “yo no valgo para nada”. Todos podemos hacer algo por ese Alguien que es Jesús. Todos tenemos un puesto, un carisma. 

-  Tercero: nos envía a cuidar lo más sagrado. En tiempos de sequía es cuando, el agua, más se valora. Hay una viña que todos hemos de cuidar con pasión y con interés: la fe. La oración, la escucha de la Palabra de Dios, la caridad… hacen que nuestra viña, la fe, sea rica y fuerte.

Demos gracias a Dios de todo corazón. Porque, a pesar de ser tan especial –a la hora de entender la justicia–, el reparto de su bondad….sabemos que somos unos privilegiados por haber sido tocados, llamados y enviados por El.

Demos gracias a Dios porque llevar una vida según Cristo es difícil, a veces imposible pero merece la pena intentarlo. ¿Cómo? Reduciendo la distancia que existe entre nuestro “yo” y ese lugar en el cual el Señor nos necesita. Nuestra paga, nuestra gratificación  será la satisfacción del deber cumplido y del habernos sentidos elegidos para ser colaboradores e instrumentos del Señor. Lo contrario, el mirar qué hacen o lo dan a los otros, produce pérdida de coraje en nuestro trabajo.

Oración introductoria
Señor Jesús, Tú sabes que es lo que más me conviene. Cuenta conmigo, llámame, a la hora que quieras, para trabajar en tu viña. Tú eres fiel a tu Palabra y estás más interesado que yo en mi bien espiritual, por eso confío plenamente en Ti. Quiero escuchar tu voz. Habla, Señor, estoy a la escucha.

Propósito
Renunciar a los sentimientos de descontento y saber agradecer diariamente a Dios, los talentos que me ha dado. 

Diálogo con Cristo 
Señor, que diferente es tu justicia a la del mundo. Mezquinamente busco la recompensa de lo que hago por el bien de los demás, olvidando que eso que creo que es extraordinario, es simplemente mi obligación. Tú eres infinitamente misericordioso y me colmas con la gratuidad de tus dones. Dame lo único que necesito, la gracia de salir de esta oración decidido a darlo todo por tu causa; a vencer el miedo, la rutina y los cálculos egoístas. 

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