La liturgia diaria meditada - Tomen, esto es mi Cuerpo. Ésta es mi Sangre, que se derrama por muchos.(Mc 14, 12-16. 22-25) 03/06



Domingo 03 de Junio de 2018
El Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
Solemnidad. Blanco

Hoy celebramos la Solemnidad del Corpus Christi. Antiguamente -y todavía hoy en muchos países católicos- se celebra esta fiesta con una procesión solemne, en la que se lleva expuesto al Santísimo Sacramento por las principales calles de la ciudad, acompañado con flores, cirios, oraciones, himnos y cánticos de los fieles. Sin duda todos hemos participado o presenciado alguna procesión del Corpus. Pero no estoy tan seguro de que todos conozcamos el origen y el significado de esta celebración.


Se celebraba en día jueves, dado que esta fiesta nació como una prolongación del Jueves Santo, y cuyo fin era tributar un culto público y solemne de adoración, de veneración, de amor y gratitud a Jesús Eucaristía por el regalo maravilloso que nos dio aquel día de la Ultima Cena, cuando quiso quedarse con nosotros para siempre en el sacramento del altar.

Martirologio Romano: Memoria de los santos Carlos Lwanga y doce compañeros, todos ellos de edades comprendidas entre los catorce y los treinta años, que perteneciendo a la corte de jóvenes nobles o al cuerpo de guardia del rey Mwanga, de Uganda, y siendo neófitos o seguidores de la fe católica, por no ceder a los deseos impuros del monarca murieron en la colina Namugongo, degollados o quemados vivos († 1886). Fecha de canonización::8 de octubre de 1864, junto a otros 9 mártires de Uganda (un total de 22 mártires), por el S.S. Pablo VI.

Antífona de entrada          cf. Sal 80, 17
El Señor los alimentó con lo mejor del trigo, y los sació con miel silvestre.

Oración colecta     
Señor Jesucristo, que en este admirable sacramento nos dejaste el memorial de tu Pasión, concédenos venerar de tal manera los sagrados misterios de tu Cuerpo y de tu Sangre, que podamos experimentar siempre en nosotros los frutos de tu redención. Que vives y reinas con el Padre en la unidad del Espíritu Santo, y eres Dios, por los siglos de los siglos.


Oración sobre las ofrendas        
Señor y Dios nuestro, concede bondadosamente a tu Iglesia los dones de la unidad y de la paz, significados en las ofrendas que te presentamos. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        cf. Jn 6, 56
Dice el Señor: ”El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él”.

Oración después de la comunión
Señor Jesucristo, te pedimos que podamos saciarnos con el eterno gozo de tu divinidad, anticipado en la comunión de tu Cuerpo y de tu Sangre. Que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Lectura        Éx 24, 3-8
Lectura del libro del Éxodo.
En aquellos días Moisés fue a comunicar al pueblo todas las palabras y prescripciones del Señor, y el pueblo respondió a una sola voz: “Estamos decididos a poner en práctica todas las palabras que ha dicho el Señor”. Moisés consignó por escrito las palabras del Señor, y a la mañana siguiente, bien temprano, levantó un altar al pie de la montaña y erigió doce piedras en representación de las doce tribus de Israel. Después designó a un grupo de jóvenes israelitas, y ellos ofrecieron holocaustos e inmolaron terneros al Señor, en sacrificio de comunión. Moisés tomó la mitad de la sangre, la puso en unos recipientes, y derramó la otra mitad sobre el altar. Luego tomó el documento de la alianza y lo leyó delante del pueblo, el cual exclamó: ”Estamos resueltos a poner en práctica y a obedecer todo lo que el Señor ha dicho”. Entonces Moisés tomó la sangre y roció con ella al pueblo, diciendo: “Ésta es la sangre de la alianza que ahora el Señor hace con ustedes, según lo establecido en estas cláusulas”.
Palabra de Dios.

Comentario
“Dios no nos obliga a nada, nos enseña como un padre enseña a sus hijos, nos sugiere que cumplamos sus enseñanzas, dado que al hacerlo nos irá muy bien, dado que todo lo que él hace es para nuestro bien. No necesitamos que nos obliguen, necesitamos aprender a cumplir para nuestro bienestar, para el bien de nuestros semejantes como así también para la sociedad en la cual vivimos”.

Salmo 115, 12-13. 15-18
R. Alzaré la copa de la salvación e invocaré el Nombre del Señor.

¿Con qué pagaré al Señor todo el bien que me hizo? Alzaré la copa de la salvación e invocaré el Nombre del Señor. R.

¡Qué penosa es para el Señor la muerte de sus amigos! Yo, Señor, soy tu servidor, tu servidor, lo mismo que mi madre: Por eso rompiste mis cadenas. R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza, e invocaré el Nombre del Señor. Cumpliré mis votos al Señor, en presencia de todo su pueblo. R.

2ª Lectura    Heb 9, 11-15
Lectura de la carta a los Hebreos.
Hermanos: Cristo, a diferencia de los sacerdotes del culto antiguo, ha venido como Sumo Sacerdote de los bienes futuros. Él, a través de una Morada más excelente y perfecta que la antigua -no construida por manos humanas, es decir, no de este mundo creado-, entró de una vez por todas en el Santuario, no por la sangre de chivos y terneros, sino por su propia sangre, obteniéndonos así una redención eterna. Porque si la sangre de chivos y toros y la ceniza de ternera, con que se rocía a los que están contaminados por el pecado, los santifica, obteniéndoles la pureza externa, ¡cuánto más la sangre de Cristo, que por obra del Espíritu eterno se ofreció sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de las obras que llevan a la muerte, para permitirnos tributar culto al Dios viviente! Por eso, Cristo es mediador de una Nueva Alianza entre Dios y los hombres, a fin de que, habiendo muerto para redención de los pecados cometidos en la primera Alianza, los que son llamados reciban la herencia eterna que ha sido prometida.
Palabra de Dios.

Comentario
El autor de este escrito nos muestra la novedad de la alianza en Cristo: Su sangre, como entrega voluntaria y amorosa, es la que en verdad nos salva. Esto nos incluye en el proyecto de salvación que Dios tiene para toda la humanidad.

Secuencia    
Esta secuencia es optativa. Si se la canta o recita, puede decirse íntegra o en forma breve desde: * “Este es el pan de los ángeles”.

Glorifica, Sión, a tu Salvador, aclama con himnos y cantos a tu Jefe y tu Pastor.
Glorifícalo cuanto puedas, porque él está sobre todo elogio y nunca lo glorificarás bastante.
El motivo de alabanza que hoy se nos propone es el pan que da la vida.
El mismo pan que en la Cena Cristo entregó a los Doce, congregados como hermanos.
Alabemos ese pan con entusiasmo, ala-
bémoslo con alegría, que resuene nuestro júbilo ferviente.
Porque hoy celebramos el día en que se renueva la institución de este sagrado banquete.
En esta mesa del nuevo Rey, la Pascua de la nueva alianza pone fin a la Pascua antigua.
El nuevo rito sustituye al viejo, las sombras se disipan ante la verdad, la luz ahuyenta las tinieblas.
Lo que Cristo hizo en la Cena, mandó que se repitiera en memoria de su amor.
Instruidos con su enseñanza, consagramos el pan y el vino para el sacrificio de la salvación.
Es verdad de fe para los cristianos que el pan se convierte en la carne, y el vino, en la sangre de Cristo.
Lo que no comprendes y no ves es atestiguado por la fe, por encima del orden natural.
Bajo la forma del pan y del vino, que son signos solamente, se ocultan preciosas realidades.
Su carne es comida, y su sangre, bebida, pero bajo cada uno de estos signos, está Cristo todo entero.
Se lo recibe íntegramente, sin que nadie pueda dividirlo ni quebrarlo ni partirlo.
Lo recibe uno, lo reciben mil, tanto éstos como aquél, sin que nadie pueda consumirlo.
Es vida para unos y muerte para otros. Buenos y malos, todos lo reciben, pero con diverso resultado.
Es muerte para los pecadores y vida para los justos; mira cómo un mismo alimento tiene efectos tan contrarios.
Cuando se parte la hostia, no vaciles: Recuerda que en cada fragmento está Cristo todo entero.
La realidad permanece intacta, sólo se parten los signos, y Cristo no queda disminuido, ni en su ser ni en su medida.

Este es el pan de los ángeles, convertido en alimento de los hombres peregrinos: Es el verdadero pan de los hijos, que no debe tirarse a los perros.
Varios signos lo anunciaron: El sacrificio de Isaac, la inmolación del Cordero pascual y el maná que comieron nuestros padres.
Jesús, buen Pastor, pan verdadero, ten piedad de nosotros: Apaciéntanos y cuídanos; permítenos contemplar los bienes eternos en la tierra de los vivientes.
Tú, que lo sabes y lo puedes todo, tú, que nos alimentas en este mundo, conviértenos en tus comensales del cielo, en tus coherederos y amigos, junto con todos los santos.

Aleluya        Jn 6, 51
Aleluya. “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente”, dice el Señor. Aleluya.

Evangelio     Mc 14, 12-16. 22-25
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos.
El primer día de la fiesta de los panes ácimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: “¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?”. Él envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: “¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?”. Él les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario”. Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua. Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen, esto es mi Cuerpo”. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: “Ésta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios”.
Palabra del Señor.

Comentario
“Cuando el sacerdote levanta la hostia y dice: ‘Este es el sacramento de nuestra fe’, ustedes responden porque así lo sienten: ‘Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección’. Esta es la Eucaristía anuncio de la muerte del Señor, proclamación de su vida eterna, optimismo de unos hombres y de unas mujeres que saben que están siguiendo –aun en medio de la obscuridad y de la confusión de nuestra historia– la luz luminosa de Cristo”.

Oración introductoria
Hoy que celebramos la fiesta del cuerpo y la sangre de Cristo, quiero pedirte, Señor, que ilumines mi oración para saber corresponder a la inmensidad de tu amor. Te entrego, sin reservas, mi vida. Cuéntame entre ésos que quieren serte fieles, entre los que suplican tu Pan Eucarístico para transformarse en un auténtico discípulo y misionero de tu Reino. 

Petición
Señor, aumenta mi fe para saber contemplarte y alabarte en la Eucaristía. 

Meditación 

1-.La sangre de la Antigua y de la Nueva Alianza. Cuando Moisés quiso demostrarle al Señor que el pueblo estaba dispuesto a cumplir todo lo que Él les mandaba en el documento de la alianza, “mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos y vacas como sacrificio de comunión”. La sangre de estos animales rociada sobre el pueblo fue el signo y la señal de la aceptación y cumplimiento de la Antigua Alianza. El pueblo de Israel ofrecía al Señor la sangre de los mejores animales que tenía: vacas, corderos, palomas… Los sacerdotes de la Antigua Alianza ofrecían al Señor algo que, sin duda, era para el pueblo muy valioso y, al mismo tiempo, el pueblo prometía obedecer y cumplir todos los mandatos de la Ley. En la Nueva Alianza, en cambio, Cristo se constituye en el nuevo y único sacerdote y ofrece al Señor su propia sangre, su vida. La sangre de Cristo, su vida, será, desde entonces, para nosotros la señal de la Nueva Alianza. Esto es lo que debemos entender y celebrar cuando celebramos la eucaristía. Cuando nosotros celebramos la eucaristía, Dios hace con nosotros una nueva y eterna alianza, perdonándonos todos nuestros pecados por la sangre de Cristo, por su vida, mientras nosotros prometemos cumplir el nuevo mandamiento que el Señor nos dio: amarnos unos a otros como Él nos amó. Celebrar, pues, la eucaristía es renovar la nueva y eterna alianza que el Señor ha hecho con nosotros, en la sangre, en la vida de su Hijo. La eucaristía es el memorial de la pasión y muerte de Cristo: “haced esto en memoria mía”.

2.- La eucaristía debe crear comunión. Comunión con Dios, nuestro Padre, intentando imitar, aunque sea de lejos, la comunión que siempre existió entre el Padre y su Hijo. Comunión entre todos los cristianos, en Cristo, haciendo que el mismo amor con el que Cristo nos amó nos una a nosotros y haga comunidad entre todos nosotros. Comunión entre todas las personas, porque Dios nos ama a todos y quiere que todos seamos sus hijos. Comunión con la tierra y con el universo entero, porque todo el universo es la casa y el templo de Dios. La eucaristía, en definitiva, es amor, comunión, alianza de amor entre Dios y los hombres. Porque el amor busca siempre la unión y la comunión entre todas las personas que aman.

3.- La solemnidad del Corpus Christi se remonta al siglo XIII. Se cuenta, en efecto, que el año 1264 un sacerdote procedente de la Bohemia, un tal Pedro de Praga, dudoso sobre el misterio de la transustanciación del Cuerpo y de la Sangre de Cristo en la Hostia santa y en el vino consagrado, acudió en peregrinación a Roma para invocar sobre la tumba del apóstol san Pedro el robustecimiento de su fe. Al volver de la Ciudad Eterna, se detuvo en Bolsena y, mientras celebraba el santo Sacrificio de la Misa en la cripta de santa Cristina, la sagrada Hostia comenzó a destilar sangre hasta quedar el corporal completamente mojado. La noticia del prodigio se regó como pólvora, llegando hasta los oídos del Papa Urbano IV, que entonces se encontraba en Orvieto, una población cercana a Bolsena. Impresionado por la majestuosidad del acontecimiento, ordenó que el sagrado lino fuese transportado a Orvieto y, comprobado el milagro, instituyó enseguida la celebración de la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de nuestro Señor Jesucristo.

Al poco tiempo el mismo Papa Urbano IV encargó al insigne teólogo dominico, Tomás de Aquino, la preparación de un oficio litúrgico propio para esta fiesta y la creación de cantos e himnos para celebrar a Cristo Eucaristía. Fue él quien compuso, entre otros himnos, la bellísima secuencia "Lauda Sion" que se canta en la Misa del día, tan llena de unción, de alta teología y mística devoción. El año 1290 el Papa Nicolás IV, a petición del clero y del pueblo, colocó la primera piedra de la nueva catedral que se erigiría en la ciudad de Orvieto para custodiar y venerar la sagrada reliquia. 

Después de esta breve noticia histórica, parece obvio el porqué de esta celebración. La Iglesia entera -fieles y pastores, unidos en un solo corazón- quiere honrar solemnemente y tributar un especial culto de adoración a Jesucristo, realmente presente en el santísimo sacramento de la Eucaristía, memorial de su pasión, muerte y resurrección por amor a nosotros, banquete sacrificial y alimento de vida eterna.

La Iglesia siempre ha tenido en altísima estima y veneración este augusto sacramento, pues en él se contiene, real y verdaderamente, la Persona misma del Señor, con su Cuerpo santísimo, su Sangre preciosa, y toda su alma y divinidad. En los restantes sacramentos se encierra la gracia salvífica de Cristo; pero en éste hallamos al mismo Cristo, autor de nuestra salvación.

Diálogo con Cristo
Señor, desde aquel primer Jueves Santo, cada Misa que celebra el sacerdote en cualquier rincón de la tierra tiene un valor redentor y de salvación universal. No sólo "recordamos" tu Pascua, sino que "revivimos" realmente los misterios sacrosantos de nuestra redención, por amor a nosotros. ¡Gracias a ellos, nosotros podemos tener vida eterna! Ofrecemos nuestras oraciones a ti por ellos.

Propósito
Ojalá que, a partir de ahora, vivamos con mayor conciencia, fe, amor y gratitud cada Santa Misa y acudamos con más frecuencia a visitar a Jesucristo en el Sagrario, con una profunda actitud de adoración y veneración. Y, si de verdad lo amamos, hagamos que nuestro amor a El se convierta en obras de caridad y de auténtica vida cristiana. Sólo así seremos un verdadero testimonio de Cristo ante el mundo.



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