La liturgia diaria meditada - Vino Él hacia ellos, caminando sobre el mar (Mt 14, 22-36) 08/08



Martes 08 de Agosto de 2018
Misa a elección:

De la feria. Verde.
San Cayetano, presbitero. Blanco.
San Sixto, papa y comps. mártires. Rojo.

San Cayetano de Thiene
Cayetano nació en Thiene (Vicenza, Italia) el 1º de octubre de 1480. Contemporáneo de Lutero, también ansiaba la reforma de la Iglesia. Con una muy buena educación académica, se recibió de abogado y fue ordenado sacerdote a los 36 años. La vida del Clero era una preocupación de Cayetano, por eso fundó una congregación de sacerdotes, los Teatinos, con el fin de atender a los más pobres y enfermos y de tener una vida fiel al Evangelio. (Uno de los miembros de este grupo, Carafa, sería luego el papa Pablo IV). Además de fundar hospitales, hospicios y lugares de atención de los pobres, también fundó un banco, con el objetivo de prestar dinero a los trabajadores sin especulaciones ni intereses usureros. Murió en Nápoles a los 67 años.

San Sixto y compañeros.
Sixto nació en Atenas. Siendo diácono de la Iglesia romana, fue elegido para suceder a Esteban I, fue el primer Papa de la historia en llevar un nombre ya utilizado por un predecesor. Su pontificado se inició poco después de que el emperador Valeriano hubiera proclamado un edicto de persecución contra los cristianos en el que prohibía el culto cristiano y las reuniones en los cementerios. Sixto fue detenido el 6 de agosto, mientras estaba celebrando misa en el cementerio de Pretextato, muriendo mártir al ser decapitado (según la tradición, en la Cárcel Mamertina) junto a los diáconos Januarius, Vincentius, Magnus y Stephanus, que lo acompañaban en la celebración eucarística. El papa Sixto II efectuó el traslado de los restos de san Pedro y san Pablo..


Antífona de entrada          cf. Sal 69, 2. 6
Líbrame, Dios mío. Señor, ven pronto a socorrerme. Tú eres mi ayuda y mi libertador; no tardes, Señor.

Oración colecta     
Derrama, Padre, tu misericordia sobre tu pueblo suplicante, y ya que nos gloriamos de tenerte por Creador y Señor, renueva en nosotros tu gracia y consérvala en tu bondad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.

O bien:           de san Cayetano
Dios nuestro, que concediste a san Cayetano, presbítero, la gracia de imitar la forma de vida de los apóstoles, concédenos, por su ejemplo e intercesión, confiar siempre en ti y buscar incesantemente tu Reino. Por nuestro Señor Jesucristo…

O bien:           de san Sixto II

Dios todopoderoso, que diste a san Sixto y sus compañeros mártires la gracia de entregar su vida por amor a tu Palabra y por el testimonio de Jesús, te pedimos que, por la fuerza del Espíritu Santo, nos enseñes a permanecer fieles en la fe y fuertes en la confesión de tu nombre. Por nuestro Señor Jesucristo…


Oración sobre las ofrendas        
Santifica los dones que te presentamos, Señor, y, al aceptar este sacrificio espiritual, conviértenos en ofrenda eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Antífona de comunión        Sab 16, 20
Nos diste, Señor, el pan del cielo, que tiene un sabor incomparable; satisface todos los gustos.

O bien:          cf. Jn 6, 35
Dice el Señor: “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre, y el que cree en mí jamás tendrá sed”.

Oración después de la comunión
Acompaña y protege siempre, Señor, a quienes has renovado con este don celestial, y ya que nos reconfortas constantemente concédenos participar de la redención eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Lectura        Jer 30, 1-2. 4. 12-15. 18-22
Lectura del libro de Jeremías.
Palabra que llegó a Jeremías de parte del Señor, en estos términos: Así habla el Señor, el Dios de Israel: Escribe en un libro todas las palabras que yo te he dirigido. Estas son las palabras que el Señor dirigió a Israel y a Judá: ¡Tu herida es incurable, irremediable tu llaga! Nadie defiende tu causa, no hay remedio para tu herida, tú ya no tienes cura. Todos tus amantes te han olvidado, no se interesan por ti. Porque yo te he golpeado como golpea un enemigo, con un castigo cruel, a causa de tu gran iniquidad, porque tus pecados eran graves. ¿Por qué gritas a causa de tu herida, de tu dolor incurable? A causa de tu gran iniquidad, porque tus pecados eran graves, yo te hice todo esto. Así habla el Señor: Sí, yo cambiaré la suerte de las carpas de Jacob y tendré compasión de sus moradas; la ciudad será reconstruida sobre sus escombros y el palacio se levantará en su debido lugar. De allí saldrán cantos de alabanza y risas estridentes. Los multiplicaré y no disminuirán, los glorificaré y no serán menoscabados. Sus hijos serán como en los tiempos antiguos, su comunidad será estable ante mí y yo castigaré a todos sus opresores. Su jefe será uno de ellos y de en medio de ellos saldrá su soberano. Yo lo haré acercarse, y él avanzará hacia mí, porque si no, ¿quién se atrevería a avanzar hacia mí? –oráculo del Señor?. Ustedes serán mi Pueblo y yo seré su Dios.
Palabra de Dios.

Comentario
El terrible dolor que sufre el pueblo es consecuencia de su propio pecado. Es inútil buscar culpables en otro lado, todos deben convertirse de su mal. Asimismo, es necesario confiar en que Dios sigue siempre allí, dispuesto a caminar con su gente y afirmando para siempre su Alianza.

Aleluya        Jn 1, 49
Aleluya. Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. Aleluya.

Sal 101, 16-21. 29. 22-23
R. ¡El Señor aparecerá glorioso en Sión!

Las naciones temerán tu Nombre, Señor, y los reyes de la tierra se rendirán ante tu gloria: cuando el Señor reedifique a Sión y aparezca glorioso en medio de ella; cuando acepte la oración del desvalido y no desprecie su plegaria. R.

Quede esto escrito para el tiempo futuro y un pueblo renovado alabe al Señor: porque él se inclinó desde su alto Santuario y miró a la tierra desde el cielo, para escuchar el lamento de los cautivos y librar a los condenados a muerte. R.

Los hijos de tus servidores tendrán una morada y su descendencia estará segura ante ti, para proclamar en Sión el Nombre del Señor y su alabanza en Jerusalén, cuando se reúnan los pueblos y los reinos, y sirvan todos juntos al Señor. R.

Aleluya        Jn 1, 49
Aleluya. Maestro, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel. Aleluya.

Evangelio     Mt 14, 22-36
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
En aquellos días, cuando la gente hubo comido, Jesús obligó a los discípulos a subir a la barca y a ir por delante de Él a la otra orilla, mientras Él despedía a la gente. Después de despedir a la gente, subió al monte a solas para orar; al atardecer estaba solo allí.

La barca se hallaba ya distante de la tierra muchos estadios, zarandeada por las olas, pues el viento era contrario. Y a la cuarta vigilia de la noche vino Él hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, viéndole caminar sobre el mar, se turbaron y decían: «Es un fantasma», y de miedo se pusieron a gritar. Pero al instante les habló Jesús diciendo: «¡Ánimo!, que soy yo; no temáis». Pedro le respondió: «Señor, si eres tú, mándame ir donde tú sobre las aguas». «¡Ven!», le dijo. Bajó Pedro de la barca y se puso a caminar sobre las aguas, yendo hacia Jesús. Pero, viendo la violencia del viento, le entró miedo y, como comenzara a hundirse, gritó: «¡Señor, sálvame!». Al punto Jesús, tendiendo la mano, le agarró y le dice: «Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?». Subieron a la barca y amainó el viento. Y los que estaban en la barca se postraron ante él diciendo: «Verdaderamente eres Hijo de Dios».

Terminada la travesía, llegaron a tierra en Genesaret. Los hombres de aquel lugar, apenas le reconocieron, pregonaron la noticia por toda aquella comarca y le presentaron todos los enfermos. Le pedían que tocaran siquiera la orla de su manto; y cuantos la tocaron quedaron salvados.
Palabra del Señor.

Comentario
Jesús nos da seguridad de que estará siempre con nosotros. Quizá tengamos la experiencia de hundirnos o de no ver sus proyectos claramente, pero, aun en medio de las tormentas, su voz sigue sonando: “No temas”. Él nos tiende su mano para mostrarnos su presencia.

Oración introductoria
Jesús, creo que verdaderamente eres el Hijo de Dios y hoy, al igual que llamaste a Pedro, me llamas porque quieres tener un encuentro conmigo en la oración. Mi camino no siempre es tu camino, por eso pido la intercesión de María Inmaculada, para seguir su ejemplo, no dudar nunca y seguir siempre el camino que me propones. 

Petición
Señor, que tenga el valor de salir de mi zona de confort y responder a tu llamado. 

Meditación

Hoy no veremos a Jesús durmiendo en la barca mientras ésta se hunde, ni calmando la tormenta con una sola palabra increpatoria, suscitando así la admiración de los discípulos (cf. Mt 8,22-23). Pero la acción de hoy no deja de ser menos desconcertante: tanto para los primeros discípulos como para nosotros.

Jesús había obligado a los discípulos a subir a la barca e ir hacia la otra orilla; había despedido a todo el mundo después de haber saciado a la multitud hambrienta y había permanecido Él sólo en la montaña, inmerso profundamente en la oración (cf. Mt 14,22-23). Los discípulos, sin el Maestro, avanzan con dificultades. Fue entonces cuando Jesús se acercó a la barca caminando sobre las aguas.

Como corresponde a personas normales y sensatas, los discípulos se asustan al verle: los hombres no suelen caminar sobre el agua y, por tanto, debían estar viendo un fantasma. Pero se equivocaban: no se trataba de una ilusión, sino que tenían delante suyo al mismo Señor, que les invitaba —como en tantas otras ocasiones— a no tener miedo y a confiar en Él para desvelar en ellos la fe. Esta fe se exige, en primer lugar, a Pedro, quien dijo: «Señor, si eres tú, mándame ir donde tú sobre las aguas» (Mt 14,28). Con esta respuesta, Pedro mostró que la fe consiste en la obediencia a la palabra de Cristo: no dijo «haz que camine sobre las aguas», sino que quería seguir aquello que el mismo y único Señor le mandara para poder creer en la veracidad de las palabras del Maestro. 

Sus dudas le hicieron tambalearse en la incipiente fe, pero condujeron a la confesión de los otros discípulos, ahora con el Maestro presente: «Verdaderamente eres Hijo de Dios» (Mt 14,33). «El grupo de aquellos que ya eran apóstoles, pero que todavía no creen, porque vieron que las aguas jugaban bajo los pies del Señor y que en el movimiento agitado de las olas los pasos del Señor eran seguros, (...) creyeron que Jesús era el verdadero Hijo de Dios, confesándolo como tal» (San Ambrosio).

Propósito
Rezar, diariamente, antes de dormir, el credo, para constantemente recordar las verdades de mi fe que me ayudan a recorrer el camino de la salvación.

Diálogo con Cristo
Señor, dame tu gracia porque quiero gozar de la oración como lo hacía Jesús, que te buscaba en el lugar donde sabía que podría encontrarte. Deseo experimentar la libertad, la paz y el gozo de la auténtica oración al saber apartarme de todo y de todos, para en la soledad de mi propio yo, abrirte mi corazón, con esa firme decisión que rompa mi inercia, mis dudas y mi mediocridad.

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18:11

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